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TLAXCALA, CUNA DE LA EVANGELIZACIÓN

YAEL HERNANDEZ.


TLAXCALA, CUNA DE LA EVANGELIZACIÓN

                                                                               


  TLAXCALA


Tlaxcala es una de las 32 entidades federativas que conforman México. En el año 1380, se estableció una población de Teochichimecas, lo que dio origen a cuatro señoríos principales: Tepeticpac, Ocotelulco, Quiahuixtlán y Tizatlán. Debido al acoso constante de los mexicas, estos señoríos decidieron unirse a los españoles en la guerra para derrocar al imperio mexica. Como resultado de esta alianza, obtuvieron ciertos privilegios que les permitieron conservar su autonomía y títulos nobles.

En 1524, llegaron frailes que fundaron el primer convento de Tlaxcala, dedicado a Nuestra Señora de la Asunción. El convento, construido con una sola nave, es uno de los primeros templos católicos levantados en América y se convirtió en el centro de la evangelización regional.

La ciudad principal se fundó el 3 de octubre de 1525 por orden del Papa Clemente VII. Las edificaciones se construyeron sobre las estructuras prehispánicas destruidas por los españoles. Además, Tlaxcala fue el primer estado al que se le asignó un escudo con armas, con el significado de "muy noble - muy leal".


TLAXCALA CUNA DE LA EVANGELIZACION


El primer intento de evangelización en tierras tlaxcaltecas fue llevado a cabo por el Capitán Hernán Cortés y los capellanes de su armada. Este primer trabajo evangelizador, que tuvo lugar entre 1519 y 1520, se dirigió no solo a los señores principales de la nobleza tlaxcalteca, sino también a las doncellas que fueron obsequiadas a Cortés y a sus capitanes. A través de las lenguas de Doña Marina y Aguilar, se les explicó que debían dejar de adorar a sus malos ídolos y creer en el verdadero Dios. Si lo hacían, además de tener salud y bienestar temporales, todas sus cosas saldrían prósperamente, y al morir, sus almas irían al cielo a gozar de una gloria perdurable. En cambio, si continuaban haciendo sacrificios a sus ídolos, que son diablos, estos los llevarían al infierno para arder en llamas vivas.

Aunque las palabras de Cortés y sus capellanes, Olmedo y Díaz, no tuvieron un eco rápido en cuanto a la conversión religiosa, los tlaxcaltecas realizaron algunas concesiones. Por ejemplo, rompieron jaulas de cautivos en espera de ser sacrificados en cuanto se presentara alguna solemnidad. Otra concesión importante fue cederles a los españoles un adoratorio o templo recién construido, para que lo arreglaran a su gusto y colocaran allí una imagen de la Virgen y una cruz.

Después de un tiempo prudente, los tlaxcaltecas se dieron cuenta de la importancia que tenía la cuestión religiosa para sus amigos españoles. Como resultado, los caciques decidieron finalmente aceptar la propuesta.

Según lo expuesto, la aceptación de un Dios benevolente que no requería sacrificios, fue lo que finalmente llevó a la conversión de los seguidores de Cortés.

Aunque tal vez no comprendían del todo, no se les hizo difícil cumplir los mandamientos, entre los cuales se señala el bautismo, la participación en la misa y las oraciones. Finalmente, los cuatro señores le dijeron a Cortés que se hiciera todo lo que pareciera bien, porque ellos estaban determinados a creer en un Dios, en Santa María, su santísima madre y guardar sus mandamientos sagrados. Abandonaban su idolatría y engaño para vivir en esta nueva ley tan santísima para siempre. Pedían el agua del bautismo y para que fuese notorio, todos sus agentes se pudieran luego por obra con solemne negocio regocijo.

 Los señores de las cuatro cabeceras fueron bautizados por manos del capellán Juan Díaz. Los padrinos de los cuatro señores fueron Hernán Cortés, Pedro de Alvarado, Andrés de Tapia, Gonzalo de Sandoval y Cristóbal de Olid. Los señores tomaron los nombres cristianos de Vicente Xicoténcatl Lorenzo Maxixcatzin, Bartolomé Citlalpopocatzi y Gonzalo tlehuexolotzin

 La pila bautismal donde se llevó a cabo este sacramento se encuentra en el convento franciscano de la Asunción, actualmente catedral de Tlaxcala. Para celebrar este gran acontecimiento, en Tlaxcala se hicieron muchas fiestas al modo castellano, danzas, iluminarias nocturnas y carreras de caballos. El bautizo de los caciques principales y de las doncellas de la nobleza tlaxcalteca tuvo su impacto entre la gente del pueblo que también decidió bautizarse. En este caso, como era numeroso y había ciertas dificultades para encontrarles nombre cristiano a cada uno de ellos, se determinó que a todos los varones que fueran bautizados en un día terminado por ejemplo el lunes, se llamaran Juan, y a las mujeres María. Después de recibir las aguas bautismales, se les entregaba una cédula que señalaba el día que habían nacido y recibido el sacramento, para llevar hacia un registro con los nombres que les correspondían y no les llegaran a olvidar.

 La aceptación de la fe católica fue un proceso que varió mucho entre la población. Tenemos casos como el de los niños mártires que no vacilaron en defenderla, aún a costa de su propia vida, hasta otras que no la aceptaron o bien reincidieron en la idolatría, como fue el caso del cacique Axoteca. Es probable que cuando menos una buena parte de la población tlaxcalteca haya aceptado la religión católica, aunque no dejando del todo a sus antiguas deidades a las que veneraban en secreto, muchas veces escondidas en los mismos cimientos de los templos cristianos, como sucedió en Chiautempan con la diosa Tosi, la abuela, a quien de alguna manera identificaron los indios con Santana, la abuela de Cristo. Sin embargo, la labor de conversión se fue consiguiendo paulatinamente, hasta lograr que todo el pueblo tlaxcalteca aceptara la fe católica. Otra situación muy importante en el surgimiento de la evangelización fue que Tlaxcala, por la ayuda que prestó a los españoles en la guerra de conquista, por ser una tierra muy poblada y por el hecho de tener una nobleza bien cimentada y organizada, recibió de España como un premio o distinción especial el derecho a hacerse de excepcional.

 Tlaxcala, considerada como República de indios, tuvo como primer obispo a Fray Julián Garces de la orden de los dominicos o predicadores, quien se estableció en el año de 1527 en Ocotedulco. Teniendo jurisdicción su obispado sobre una gran extensión de tierras que comprendían la región de Zacatlán con sus montañas y las de Xalapa y Veracruz. Fray Julián Garza solicitó a las autoridades novohispanas que su catedral fuera construida en algún punto de la provincia jurisdicción, pero fuera de la ciudad de Tlaxcala. Pidió al mismo tiempo que se le otorgara una orden real para poblar de cristianos españoles la sede de su obispado, cosa que no podía hacer en Tlaxcala, considerada como, se ha mencionado, una República de indios.

La petición de Fray Julián Garza fue reforzada por los franciscanos, especialmente por Fray Toribio de Benavente o Motolínea, quienes deseaban que la sede excepcional fuera trasladada a otro sitio, para así mantener ellos la exclusividad en la provincia de Tlaxcala, como de hecho sucedió durante más de un siglo.


EL CONVENTO DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN 



En la ciudad de Tlaxcala, se inició la construcción de un conjunto conventual en la cima de una colina cercana al centro de la nueva ciudad colonial al sureste, entre los años 1530 y 1536. Los frailes se trasladaron a su nuevo convento en Cuitlixco, que aún estaba en construcción. No fue hasta la década de 1540 a 1550 cuando se construyeron los principales elementos del conjunto conventual. Para finales del siglo 16, Don Diego Muñoz Camargo describió en detalle el convento, que ya tenía sus partes fundamentales concluidas, como la rampa norte, dos atrios, una torre, capilla abierta, dos capillas, pozas, entrada sur y poniente, iglesia, claustro y una huerta. Además, se mencionan algunas partes del monasterio que ya han desaparecido, como la capilla de indios de Belén, una portada trial y un edificio no identificado.

Este convento cuenta con dos peculiaridades que lo diferencian de los demás. Su torre del campanario es una estructura fuerte de mampostería de piedras irregulares de gran sencillez, que se encuentra totalmente separada del conjunto de iglesia y convento. También destaca su techumbre de madera de cedro, primorosamente bien ladrada. La maestra Cecilia Gutiérrez Arriola, respecto a este convento, comenta que es una de las fundaciones y construcciones más antiguas de la Nueva España e indudablemente la edificación franciscana existente más antigua. Es una construcción atípica fuera de los lineamientos establecidos para la arquitectura conventual del siglo XVI, y en ella se ensayaron muchos elementos arquitectónicos. Por ello, tuvo dos atrios y dos capillas abiertas. Asimismo, se identificó plenamente el sitio y la construcción de la capilla de indios llamada de Belén, la cual se destruyó en el siglo XVII.

Se puede afirmar que el arco de la iglesia es obra de la segunda mitad del siglo XVI y que la portada actual de la iglesia no es primitiva, sino que sustituyó a la original en 1661. Este convento franciscano de la Asunción fue el tercer asentamiento que tuvieron los franciscanos en Tlaxcala. A su llegada, estuvieron hospedados en los palacios de Maxixcatzin en Ocotelulco de 1524 a 1526. Luego se trasladaron al convento de San Francisco Cuitlixco, cuya construcción fue dirigida por fray Martín de Valencia de 1527 a 1530, y finalmente, al nuevo convento de la Asunción en el año 1570.

Un autor anónimo escribió sobre la gran provincia de Tlaxcala: "así de tierras como de número de indios que serán más de 40,000 vecinos. En toda ella hay en la jurisdicción de Tlaxcala seis monasterios de la orden franciscana que tienen cargo de adoctrinar toda aquella provincia, y hay necesidad extrema de fundar otros dos, porque a falta de esto padecen mucho las ánimas de los naturales que están lejos".

El convento de Tlaxcala, dedicado originalmente a la virgen de la Asunción, tuvo que ser abandonado por los franciscanos a finales del siglo XIX debido a la falta de frailes que lo atendieran. En 1933, fue declarado monumento nacional y actualmente es la sede de la catedral de Tlaxcala, atendido por el clero secular.


CONVENTO DE SAN LUIS HUAMANTLA


Huamantla era la población más alejada de la capital de la provincia, y estaba sujeta a la cabecera de Tizatlán. Esta población era habitada por indios de lengua otomí, que vivían dispersos por montes y quebradas. La ciudad colonial de Huamantla fue fundada por cédula real en octubre de 1534, en una reunión de cabildo celebrada en Tlaxcala. En 1564, se solicitó que se establecieran monasterios en las poblaciones de Huamantla, Hueyotlipan e Ixtacuixtla, para cubrir una zona más amplia de territorio en el proceso de evangelización. La propuesta fue aceptada, y para el año de 1569, los franciscanos iniciaron las obras de construcción de su convento en Huamantla, el cual quedó terminado hacia el año de 1585. El convento estaba dedicado a San Luis obispo y contaba con claustro alto y bajo, dormitorios, celdas, jardines y un sistema de abastecimiento de agua. La iglesia fue terminada hasta finales del siglo 17. Los frailes que residían en el convento, regularmente dos o tres, eran bilingües, hablando otomí y español, y tenían a su cargo 11 ermitas de diferentes barrios, cinco cofradías de españoles, cuatro de naturales y cinco pueblos de visita.

Durante los siglos 16 y 17, la ciudad de Huamantla aumentó su población, en parte debido al gran número de haciendas, eras y ganaderas que se establecieron en los alrededores. También fue un lugar de paso de Veracruz a México, donde frecuentemente se quedaban a descansar los viajeros en los mesones de la población.

El convento de Huamantla, actualmente atendido por franciscanos, cuenta con un retablo de estilo churrigueresco policromo dedicado a la Inmaculada Concepción, cinco altares laterales, una capilla pequeña donde se venera la Santísima Eucaristía y otra capilla construida en el siglo 18 anexa al convento, donde se ingresa por la puerta por circular, y donde se venera la imagen del Señor del Convento. Además, cuenta con pinturas de óleo en su mayoría de autores anónimos, muy valiosas.

A un costado del atrio está la capilla de tercera orden, que cuenta con un retablo churrigueresco dedicado a San Francisco, San Luis rey de Francia y Santa Isabel de Hungría. En sus retablos laterales, está representada la pasión, muerte y resurrección de Cristo. El conjunto conventual de Huamantla pertenece a la provincia franciscana del Santo Evangelio de México, y tiene anexo al convento el monasterio con sus claustros, donde actualmente se encuentra una escuela para niños de la región. El convento cuenta también con una capilla abierta o de naturales del siglo 16.

Una gran parte del atrio se perdió en el siglo 19 con la confiscación de los bienes de la iglesia, y actualmente se encuentran en casas y construcciones particulares. Cabe hacer mención de que los franciscanos en Huamantla también contribuyeron a la construcción del edificio de colectoría y de algunos templos de los barrios de comunidad, como el de San Lucas, Santa Cruz, San Francisquito y La Santísima Trinidad.


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